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entre lugares comunes

Chepe Fortuna

Segundo capítulo














Riámonos de nuestros defectos


Las novelas colombianas se han caracterizado por representar las inconformidades populares a través de ciertos personajes exagerados y caricaturescos, casi como si nos quisieran mostrar lo ridículas que son estas actitudes.


El imaginario de la televisión colombiana es que los costeños son ruidosos, parranderos y malos para el trabajo, el pastuso o el boyacense es ingenuo y un poco tonto, mientras que el paisa es más avispado y siempre intenta sacar ventaja de la situación. Y así como existen estereotipos regionales, también podemos ver los que se refieren a la posición socioeconómica de los personajes. Salvo muy contadas excepciones, los ricos han sido retratados con las mismas características de prepotencia y arrogancia en un sinfín de producciones. Si quieren saber cómo ha sido el tratamiento de los personajes pobres, les recomendamos leer nuestro artículo ¿Estereotipos un recurso obligatorio?.


Después de ver tres producciones colombianas al azar, nos daremos cuenta de que hay ciertas características muy evidentes, propias de cada personaje y que estas son aumentadas para hacerlas más evidentes. Cuando vemos que el o la protagonista es buena persona, realmente nos lo muestran casi al borde de la ingenuidad, es bueno por naturaleza, nunca piensa hacerle daño a otros y siempre está dispuest@ a ayudar, incluso, a las personas que l@ tratan mal. Podemos ver lo mismo cuando hay un personaje que busca hacer reír, cualquiera que haya visto Yo soy Betty la fea o Chepe Fortuna, recordará a Freddy Contreras y a Lucas de la Rosa, cada uno se caracterizaba por ser muy chistoso y tener una forma particular de hablar y de expresarse. Esto no le quita importancia al personaje dentro de la historia, lo que hace es resaltar o a veces deformar su personalidad.

La idea no es nombrar a cada personaje que ha sido exagerado en una producción colombiana, sino mostrar cómo ha sido utilizado este recurso en los últimos 20 años. Un claro ejemplo de esto son las películas de Dago García, el director de la saga de El Paseo ha sabido plasmar la idiosincrasia colombiana y caricaturizar lo que significa ser colombiano. Podemos encontrar a las suegras fastidiosas, el familiar borracho, la actitud despreocupada de algunos adolescentes para que cada uno pueda sentirse identificado y entender cómo lo ven los demás. Si bien estas películas nunca son populares en la crítica, es esa capacidad de sentirse fácilmente identificado lo que resulta atractivo y cómico dentro de las familias colombianas, poder ir un domingo a cine y decirle a la tía o al primo que se parece a un determinado personaje.


Esto también suele suceder a la hora de hacer crítica social, cuando una producción enfrenta a políticos o empresarios en contra de los intereses sociales, recurre a la sátira de los “villanos” que presentan monólogos donde queda retratada su ridícula forma de pensar. Lo que buscan es evitar tocar directamente temas que son sensibles en un país donde todo tiene un tinte político o religioso, ejemplo de esto es la película colombiana de 2017, El país más feliz del mundo. En esta película el protagonista es un alcalde corrupto que se ha robado la plata de su pueblo durante años y cada vez que necesita un favor chantajea de una forma descarada al que necesite para alcanzar su objetivo.


Cada producción trae consigo un acercamiento a la cultura colombiana, al transformar a sus personajes en caricaturas del papel que representan en la historia. Sin enfrascarnos en una discusión de bien y mal, cada personaje cumple una función específica y lo que hace este recurso de la caricaturización es dejar perfectamente claro cuál es la de cada personaje. Si bien esto no es un recurso inventado por los directores colombianos, es importante mencionar que su éxito radica en parodiar estas actitudes para que sea agradable al espectador. Somos de una cultura donde podemos abarcar cualquier tema, siempre y cuando sea tratado de una manera fácil de digerir.


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